Que no se extrañen

(No, ni son Take That, ni el de la izquierda es Juanes)

Kings of Leon fue uno de mis grupos favoritos desde que salió hasta su segundo disco. ¿Cómo alguien iba a resistirse a unos chicos de la misma familia (hijos y sobrino de un predicador), con unas pintas entre los Strokes y Creedence Clearwater Revival que hacían canciones rockeras con un estilo sureño y country encantador? Desde luego yo no.

Recibieron alabanzas de la crítica y un gran respeto de la industria en general (hasta Noel Gallagher había dicho que era su grupo actual favorito), pero desde su tercer disco y con este cuarto parece que quisieron cargarse todo eso.
Se transformaron en la nueva vuelta de tuerca del sonido Interpol y derivados. Pasaron de ser el grupo que más pegaba en un bar de moteros de mala muerte a cortarse el pelo a la inglesa e intentar que estadios repletos coreen sus nuevos himnos y que compren sus posters posando en tonos oscuros.

Tampoco estoy diciendo que ahora suenen mal y que sea todo una mierda. Vamos a ver, no son malos discos, pero hombre, es que no puede ser. Que sí, que te sacan algún temazo, pero parece que ya sólo piensan en que la gente baile en las discotecas, y antes, eso parecía lo último que les fuese a importar.

Acepto que un grupo pueda evolucionar. Es algo natural. Pero una cosa es pasar de un sonido que es más impersonal a uno cada vez más personal, y han hecho justo lo contrario. Eso huele a querer forrarse de lejos. Y ya estamos hartos de que todo suene a lo mismo.

Y ver que también le ha pasado a Kings of Leon es para dimitir ya.

Que no se extrañen de las críticas. Antes molabais: