Ídolos de ayer y hoy. Juan Tamariz

Mi teoría es que, en la más tierna infancia, todos los chiquillos queremos ser magos. Espero que sea así, porque si no significaría que fui un niño bastante lelo.

Fui el mítico que primero pidió Magia Borrás, y, tras comprobar mi padre (seguramante aún estará ahora arrepintiéndose, tras las sesiones de ilusionismo con las que torturé a todos mis allegados) que ya cumplía los requisitos para ingresar en Hogwarts, los Reyes de Oriente me trajeron un superpack con todo lo necesario para convertirme en la reencarnación de Houdini. Cuerdas, cartas, varita... y dos VHS con los highlights de Tamariz.

Y que momentazos... tenía chapados sus trucos (en la teoría, en la práctica no me salía ni uno), y hasta me sabía algunos de sus chistes. Porque Tamariz no solo es el mejor mago de la historia (Bueno es que coje al Voldemort y lo desmonta), si no que aún encima es gracioso hasta decir basta.

Gracioso y cojonudisimo. Porque viendo sus gafas de culo de vaso, su pelambrera desfasadisima, su peculiar dentadura, sus carcajadas tan genuinas, y su forma de acabar los trucos, simulando que toca el violín... cogerle cariño a este mago es obligado.


CHIANANIANANAAAAAAAN