"Lo malo no es la muerte, lo malo es esperar la muerte"Es este un documental peculiar. Narra en dos horas escasas tres años de obras en el barrio chino de Barcelona, dónde una constructora da ochocientas mil pesetas por sus hogares a los vecinos de toda la vida para derruirlos y construír unos modernos apartamentos. Podía ser este el argumento de una buena película de ficción, pero no, aquí Guerín se atreve a narrar lo real, de forma que casi supera a la propia realidad, o la iguala, o dios sabe qué es la realidad y la irrealidad en este mundo de fachadas.
Toda la película gira en torno a lo nuevo y a lo viejo, a la vida y a la muerte, a los conflictos latentes en la existencia y en la lucha de contrarios, haciendo desnudar a las víctimas (las propias personas) delante de las cámaras con una sinceridad realmente increíble. Tanta, que a veces te hace dudar si en realidad serán actores y sus palabras sean parte de un guión. Pero no, porque unas personalidades tan complejas y tan geniales, no se pueden imitar. A recordar el obrero árabe poeta, la pareja de yonquis sin futuro que pasan su vida entre porros, el viejo marinero orador, el loco recoge chatarra (que se tercia de ser un hombre de "caprichos), la relación entre el encofrador y la joven del balcón y tantos otros.
Aquí, es todo tan rico, que hasta marea un poco ante lo inabarcable que es, al fin y al cabo de lo que hablamos es de la vida, no de ficción.
En fin, es un film algo lento, sin estructura aparente, donde todo fluye sin que apenas podamos darnos cuenta, que marea un poco, pero que te hace sentir realmente vivo.
Una verdadera experiencia.
Se merece un 8.
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