Al rojo vivo se encuentra entre mis favoritas sin duda dentro del cine negro. A diferencia de otras películas de este género, el protagonista es el 'malo' (James Cagney) y aunque realmente es un hombre cruel, sin escrúpulos y malvado como el mismísimo diablo, desde el primer momento hasta su gran final simpatizas con él e incluso te alegras de sus éxitos.
Tras dar un golpe en un tren, la banda de nuestro Cody Jarrett huye, mientras la policía les pisa los talones. Para acabar con la persecución, Jarrett se entrega con una buena coartada y le caen sólo dos años en prisión. Los federales, convencidos de que él es el ideólogo del asalto, le irán tendiendo trampas (dentro y fuera de la cárcel) para lograr culparle. Y desde luego, no les va a ser nada fácil.
El humanismo que desprende Cagney es brutal. Sus terribles jaquecas lo convierten en mártir, y sobre todo el innovador papel de su madre, siendo su consejera, crítica y hasta en ocasiones ejerciendo una gran autoridad sobre él, hacen de esta película una obra maestra del género.
Vibrante como pocas, tan ágil que no querras ni pestañear y con uno de los finales más espectaculares e icónicos del cine.
Le doy el 9 para quedarme corto.
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