Realmente siento debilidad por el cine argentino. Ese toque tan cotidiano y costumbrista (que no chabacano ni vulgar), que te hace tener la sensación de estar asistiendo a un extracto de vida, que desborda y que sorprende, sobre todo por la pureza y sinceridad con la que está narrado. Y está película es un buen representante de ese estilo de cine.
La película, realmente es una comedia, una comedia elegante y profunda, contoques dramáticos (la búsqueda de su identidad de un judío argentino perdido en su existencia), pero que jamás se hace melosa, ni pedante, ni pesada. La empatía que logra con el personaje es inmensa, y los matices realmente muchos. Poco a poco se va dibujando, con soltura y mucho saber hacer, los claroscuros de un personaje carismático a la vez que creíble. Su drama no tiene nada de espectacular, ni de trágico, si no que es realmente cotidiano y más de uno debe de sentirse identificado.
La trama se desarrolla en Buenos Aires, en unas galerías comerciales de barrio, que luchan por sobrevivir ante el empuje de la gran ciudad. También es este otro de los grandes shocks de la película, la claridad con la que plantea el choque entre la vida comunitaria y familiar, y la impersonalidad del mundo moderno: Como en la literatura (y el poco cine) gallego, el director dibuja todos los traumas de una sociedad que no acaba de adaptarse a los nuevos tiempos, que no puede (o no quiere) dejar atrás la vida cómoda y segura de la familiaridad y de identidad grupal por algo más allá, el egocentrismo y la selección "antinatural" de la sociedad actual.
Una buena película, realista, profunda y elegante.
Se merece un 8
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