Neutral Milk Hotel, la marca bajo la
que Jeff Mangum deslumbró a mediados de los 90', nació encuadrada dentro del colectivo Elephant 6 (marco en el que destacaron inicialmente otros
mayúsculos como Olivia Tremor Control y The Apples in stereo). Con su segundo disco, 'In the aeroplane over the sea' consiguió el éxito, algo que quebró a su líder, que abandonó el grupo dejando atrás leyenda.
.'On Avery Island' (1996): muy bueno, ya
anticipaba lo que vendría después. Poco preocupado por la
estructura, las canciones se muestran desparramadas entre una
experimentación tensa, que huele a choque y agitación. Sobresalen
canciones como 'Song against sex', 'A baby for pree' o
'Gardenhead/ leave me alone', intercalados
con pasajes instrumentales preciosos. Eliminado alguna arista se observa el rastro hacia su segundo
disco.
.'In the aeroplane over the sea' (1998): Una obra maestra, sin duda una de las cumbres más nítidas de los últimos veinticinco años. Perfecto.
Porque por mucho que lo de disco perfecto a veces se diga con ligereza, aquí es inevitable. Todo está en su punto, cada idea,
cada canción; llega al estómago a través de una honestidad
personal arrolladora. 'King of the carrots flowers part 1',
'Two-Headed Boy', 'Fool', 'Holland, 1945',
'Communist daughter', 'Oh comely'... las canciones se
suceden con un poder que se escucha pocas veces, uno se olvida de
tragar saliva ante esta exhibición introspectiva.
Todo es tan personal en 'In the
aeroplane over the sea' que hasta las etiquetas se escapan.
Evidentemente hay un nivel lo-fi que hila con Pavement y
otros coetáneos, pero en realidad el disco, tras conjugar la melodía
tradicional y la sonoridad noventera, adquiere un carácter fuera de
cualquier cronología, a través de la mezcla de herramientas (banjo,
acordeón, guitarras, coros...) y referencias (Anna Frank, robots, Da
Vinci).
Al final todos los factores externos
terminan remitiendo dentro del mundo de Mangum, que entronca con la
infancia. Este es un disco infantil, hecho por un adulto con
obsesiones y traumas de niños, al que no le importa meter los dedos
en el enchufe y radicalizarse (hasta en el ritmo, acelerado, como si
faltase aire) para permitir visualizar una atmósfera compartida por
todos y olvidada muchas veces en la madurez.
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