Una base de sintetizadores, un machacón
ritmo 'motorik' y una voz ensoñadora que transmite letras
repetitivas. Con esta simple fórmula, que recuerda a una mezcla
entre Neu! y Broadcast, Pegasvs ha construido un disco muy
interesante que les ha puesto en el disparadero un poco a modo de
hype. Pero aquí a lo que nos enfrentamos es a buenas ideas y a un
pastiche sonoro muy fresco y casi instrumental, transmitido a través de un synthpop que
va creciendo y menguando sucesivamente, a modo de oleaje, por medio de nueve canciones que fluyen como una sola.
Porque en realidad, aunque hay cortes
que destacan indiscutiblemente ('La melodía del afilador', 'El final
de la noche' o 'Hasta el horizonte' son oro puro), el elepé funciona
como una unidad en la que no puedes extraer nada a riesgo de que el
esqueleto se derrumbe. Cada loop, cada verso, cada giro, participan
de un sentido mayor que sólo se termina de entender tras escuchar el
disco repetidamente. Y en ese punto, al estar ya adormecido por
su música, cuando uno entiende que detrás de una sonoridad
iniciáticamente industrial Pegasvs esconde belleza de altos
vuelos.
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