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domingo, 15 de noviembre de 2009

Pelis: "Toda la culpa es de mi madre" Cecile Teleman (2009)


Lo primero es lo primero: en serio, quiero conocer a la gente que se dedica a doblar los títulos de las películas. Menudos cachondos mentales. Alguién que saca de un sencillo "Tengo algo que decirte" un "Toda la culpa es de mi madre" tan cañí y almodovariano , debe ser un compañero bastante ideal para una tarde de cañas.

El caso es que un viernes fastidiosamente lluvioso se me ocurre ir al ciclo este de Cineuropa. Y porque ya había quedado y me tenían las entradas, que si no iba a ir su padre. Llegué empapado, de mala leche y con otro paraguas de los chinos que acabó en la papelera. Bien empezamos.
Con todo y con eso entramos y bueno sí, hay que decirlo, el Teatro Principal mola, tan entrañable y pequeñito. Como en familia.

Y claro, la pélicula comienza, todo muy a la francesa con esa musica tan grandiosa y un drama que ya se empieza a perfilar. Problemas de drogadicción, abortos, madres mantis, hijos que cargan con el sueño de sus padres, padres aburridos y podridos, cuarentones cansados de una vida gris. Maaaadre mía. Que depresión.

La trama se va a dibujando, no sin sorpresas. Si bien se le ve pronto el plumero como tragedia a la vieja usanza, con simbolismo psicoanalista incluído (un poco chapucero, todo hay que decirlo), hay sitio para buenos diálogos de humor inteligente, bastante cinismo y algo de ironía que sin ser gran cosa, quita carga a la pélicula. Pero claro, el drama gana SIEMPRE y las situaciones telenovelescas se van multiplicando por la película, todo andando hacia un clímax que, si bien resuelto, se cae por previsible y por buscar con obsesión una emoción que no acaba de llegar. Y si llega lo es por la cercanía que despiertan los personajes y por una historia que, si les quitas los artificios se hace muy cercana, pero no, desde luego que no porque hayan recargado todo con una orquesta sinfónica y muchas cuerdas, trombones, pianos y la de dios es cristo. Que grandiosidad más cansina.

Una película fastidiosamente francesa, cursi, épica y profundisima (¿?), tanto es que hay que tomarsela un poco a la ligera, que si no empacha. Si la disfrutan con calma, tomando parte de la historia y sus demasiados increibles giros argumentales, como cuestiones simbólicas, pasarán un buen rato. De lo contrario, lo pasarán canutas, les aviso.

Aún así es una buena película, con mucha clase, con unos actores elegantes y acertados y con una Charlotte Rampling comiéndose al todo el que se atreva a compartir plano con ella. Que grande es esa mujer.

Quizás solo por eso y por sus diálogos rozando la genialidad, se merezca un 6`5

1 comentarios:

Hable ahora o calle para siempre.