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sábado, 26 de septiembre de 2009

Pelis: "Malditos Bastardos" - Quentin Tarantino


La figura de Tarantino siempre está puesta en entredicho. Esa corriente crítica parte de la base de que el tío se marcó dos obras maestras de buenas a primeras, y a partir de ahí se dedicó a vivir la vida, haciendo películas "de género", para entretenerse, y contando con la adulación de una corte de palomiteros dispuestos a reirle todas sus gracias, rollo El traje nuevo del emperador. Diálogos pseudo-pop, buen gusto musical y algo de sangre como cóctel para reventar las taquillas.

Pero que queréis que os diga. Con tan sólo ver los 15 primeros minutos de esta Malditos Bastardos (un capítulo inicial magnífico, con un Christoper Waltz increíble -como durante toda la película- y un Denis Menochet en papel de granjero francés que realmente corta la respiración), esa postura se verá puesta muy en entredicho. Cine del bueno, con mayúsculas, y con la gente en el cine agarrándose a las butacas esperando un clímax que nunca termina de llegar, no sé si me explico.

De ahí para delante, un verdadero gozo. Tarantino aquí se recrea en todos sus guiños cinéfilos de costumbre, para crear una trama sin fisuras, y con un estupendo reparto coral . Porque el cineasta americano se vuelve a erigir como gran director de actores, consiguiendo que todos y cada uno de los integrantes del reparto muestran lo mejor de si mismos, sobresaliendo unas Diane Kruger y Mélani Laurent magníficas (qué bien perfila el muchacho los escasos personajes femeninos que deambulan por sus películas desde Pam Grier en la infravalorada Jackie Brown).

¿Y los malditos Bastardos? Pues tremendos. El director dibuja mordazmente a unos aliados crueles y a unos nazis "humanizados" (en la medida de lo posible, claro), sin caer en la parodia. O si, qué mas da ya a estas alturas. Brad Pitt convence con ese aire socarrón, aunque queda nublado entre tanto secundario que quiere llevarse las luces, como Hugo Stiglitz/Til Schwiger o el "oso judío"/Eli Roth. Aunque eso sí, el verdadero peso de la película no recae en esos bastardos, si no en el otro lado de la historia, la relación entre la chica judía (Laurent) que regenta un cine y un héroe de guerra alemán (Daniel Brül) que va a estrenar una película. De ahí hasta el final, una serie de capítulos que diligentemente explican los dos reversos de la acción, que se entrecruzarán en un final a la altura de las circunstancias.

Un 9.25, y la certeza de que Tarantino, más allá de su gusto por el espectáculo que lo hace tan adorado por un sector del público (y que ha provocado la sobreexposición de su filmografía), es un director como la copa de un pino.


3 comentarios:

Hable ahora o calle para siempre.