Simin quiere abandonar Irán. Mientras,
Nader, su marido, rechaza esa idea argumentando que debe cuidar de su
padre, enfermo de Alzheimer. Ante este problema, y con una hija por
medio, acuden ante un juez con el objetivo aparente de firmar la separación.
Así arranca una película que, poco a poco, según avance el metraje, va dando paso al destape
del juego moral que se esconde como motor de todo. Un conflicto
que se termina solidificando apoyado en eficientes interpretaciones y un
sorpresivo y opresor ambiente de thriller judicial que rellena los huecos que deja la acción.
Increíblemente, casi sin notarlo, los acontecimientos resbalan hasta precipitarse, las caretas se desprenden y se abre paso el final. Y es justo en ese punto cuando nos damos cuenta de que, en el fondo, lo que hay aquí es un mapa visual de la sociedad iraní. Un colectivo que se erige como protagonista a través de las inevitables tensiones que lleva consigo la convivencia de la tradición islámica con la modernidad occidental.
Increíblemente, casi sin notarlo, los acontecimientos resbalan hasta precipitarse, las caretas se desprenden y se abre paso el final. Y es justo en ese punto cuando nos damos cuenta de que, en el fondo, lo que hay aquí es un mapa visual de la sociedad iraní. Un colectivo que se erige como protagonista a través de las inevitables tensiones que lleva consigo la convivencia de la tradición islámica con la modernidad occidental.
Un 9,5 y la etiqueta de imprescindible.
Muy muy imprescindible.
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