La empatía está en peligro de extinción. Cada vez se aprecia menos esa rara conexión entre dos personas que permite crear un pensamiento común, al proyectar nuestros propios sentidos en el otro.
Y precisamente este extraño fenómeno fue lo que consiguió Nouvelle Cuisine en su concierto del pasado viernes en el Run Run; directo en el que, armados con su encantador aire amateur y sus pintas de tíos majos, permitieron al público asistente, a la vez que disfrutaba de su ya medianamente larga trayectoria musical -4 ep’s y 2 largo--, acabar por comprender la filosofía de Nouvelle Cuisine, e interactuar con ella.
Porque más que un directo, lo que contemplamos en la sala fue un despliegue magnífico de su vitalidad derrotista, ese manual “loser” tan propio de los treintañeros comprometidos con su particular batalla perdida de antemano, la de la treintena; década iniciática de la vida adulta en la que realmente acabas de ser consciente, finalmente, de la huida de todos tus sueños adolescentes. Corriente ideológica muy propia de los grupos deudores del “indie” ochentero, y que los termina de emparentar con el libro de estilo de bandas como Belle and Sebastian o La Buena Vida, o los más cercanos en las formas La Habitación Roja.
Todos estos pensamientos, que se entrecruzaban en el ambiente del concierto, dejaron tiempo además, por si no fuera poco, a unas canciones que acabaron de demostrar en su presentación en directo lo que se venía anticipando en el material de estudio: su particular personalidad que, a modo de tarjeta de visita, dota de un especial encanto sus composiciones. Y es que en los afortunados espectadores pudimos asistir a todo un proceso de enriquecimiento musical, viendo como ese pop de manual se impregnaba y enriquecía de ingredientes tan dispares como la bossa nova o los sintetizadores, para acabar de conformar un traje sonoro que les va como anillo al dedo.
Como pequeña nota negativa, podíamos hablar de la ausencia de algunas de sus mejores canciones del último disco, pero qué más da. Dejémosles seguir en su particular búsqueda existencial-musical; trayectoria vital que esperemos siga trufada de canciones como “Sintonía 08” , “Aritmética Polar” o “Seremos Cajeras”, que harán sin duda más apetecible el viaje.
